¿CÓMO ERA ANTONIO MACEO?.
Por María Elena Balán Saínz
Reconocido como singular estratega militar, el Lugarteniente General Antonio Maceo se distinguía a la vez, por sus modales distinguidos, su trato comedido y cortés en todos los momentos y circunstancias.
Era el mismo para sus iguales en jerarquía, que para sus subalternos, lo cual nos da la medida de su sencillez. Nunca tenía una estridencia, ni una frase mal sonante, y cuando reprendía lo hacía en voz baja y pausadamente, como para ser oído solamente por la persona a la que amonestaba.
Con ese tono era capaz de amenazar con los castigos más severos. Al Lugarteniente General Antonio se le reconocía como un ameno conversador, muy preocupado por cultivar su innata inteligencia. Le gustaba mucho ir al teatro, aunque sus posibilidades de hacerlo sólo se le presentaron cuando tuvo que partir al exilio.
Hoy 7 de diciembre, cuando se cumple el aniversario 110 de su caída en combate compartimos con los lectores una anécdota que ilustra la cortesía del bravo mambí, quien salvó la vida en una ocasión gracias a un gesto galante.No sólo en la manigua cubana estuvo en peligro de morir, en numerosas ocasiones, el Lugarteniente General Antonio Maceo.
En lejanas tierras, en el exilio, también lo acecharon peligros mortales, pues los españoles no se conformaban con que aquel hombre de singular bravura, continuara vivo. Estando en San José de Costa Rica decidió una noche ir al teatro, del que era gran aficionado.
Se presentaba la compañía en la cual el primer actor era el artista cubano Paulino Delgado, íntimo amigo suyo. A la salida de la función, un grupo de españoles se adelantó, situándose en una posición ventajosa. Otros hispanos siguieron a Maceo hasta un punto determinado, y rodearon a Enrique Loynaz del Castillo, quien iba un poco atrás. En breve ocurriría un tiroteo en el que el Titán de Bronce pudo ser asesinado.
Maceo caminaba a cierta distancia de Loynaz del Castillo, cuando éste fue rodeado por unos españoles que lo amenazaron por su artículo publicado en La Prensa Libre. Cuando el Titán de Bronce reparó en la situación y se viró en dirección a Loynaz, sonaron los primeros disparos del grupo de hispanos apostados en la esquina. Un gesto cortés impidió que muriera.
Precisamente en ese instante venía una señora que corría asustada, y al darle Maceo la preferencia para que pasara, a la dama se le cayó el paraguas.Entonces, el Lugarteniente General se agachó a recogerlo, y estando en esa posición, el español Lucio Chapestro le disparó, pero el balazo, que pudo ser mortal, sólo vino a sumar otra herida a las más de veinte que llevaba en su fornido cuerpo.
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