Havanastation
Comentario de Dayron Rodríguez Rosales,
estudiante Periodismo, de quien fui tutora
En el mundo de hoy conviven muchas Habanas, las que se muestran en portadas de revistas y las que no se asoman ni por casualidad en estas publicaciones, las que brillan por su lujo y las que lo hacen por los seres que habitan sus calles, las que destacan por la belleza de sus edificaciones y las que logran brillar por lo que significan más allá de sus lindas fachadas.
La realidad mostrada en el más reciente filme del realizador cubano Ian Padrón, Havanastation, traspasa fronteras de todo tipo convirtiendo a la capital cubana en punto de referencia a nivel internacional, al convertirse en escenario idóneo para el tratamiento de un asunto de todos y para todos: la batalla contra la inhumanidad.
Ojalá y más a menudo historias como estas sirvieran de pretexto para abordar la temática de la pérdida de valores humanos en el panorama mundial, de la cual nuestro país no escapa, ni se salva. Pero lo cierto está en que la producción de la que hablo constituye otro granito de arena ante esta labor abismal en la que todos de una forma u otra debemos contribuir.
Hoy día, vivimos en medio de situaciones capaces de perturbarnos y de hacer olvidar o ignorar lo que nos hace personas, nuestra capacidad de amar. Más allá de la pequeña burbuja en la que nos encontramos, no nos percatamos de que existe todo un mar. Descubrir ese mar no es tarea fácil, pero basta con mirar con nuevos espejuelos la vida, para poder observarlo.
La modernidad, con sus avances tecnológicos, con sus atractivas tendencias, con sus nuevos modos de mirar al horizonte y con sus maneras de actuar más flexibles nos transforma en marionetas de su teatro y sólo en nuestras manos está decidir si queremos protagonizar actos de entretenimiento, que se quedan ahí en la diversión y nada más.
¿Un playstation, una camisa de marca, un móvil de última generación o una cartera llena pueden contra la fuerza interna y la espiritualidad del hombre o es ese hombre el que se deja aplastar por la comodidad y el materialismo justificándose en la idea de que todos tenemos derecho a superarnos y a avanzar en esta vida?
Aunque en este contexto actual, carcomido por las apariencias y la superficialidad, poseer un nivel económico de vida, mientras más elevado mejor, es sinónimo de lo que algunos nombrarían ir adelante del resto de la sociedad o «progresar», en ocasiones, esta teoría nos puede colocar detrás de hasta el mayor de los desposeídos.
Ser rico o vivir como tal no nos hace individuos con éxito y si, no he de negar que quien tenga esa posición podrá disfrutar de una existencia más placentera en lo que a necesidades o antojos externos se refiere, pero no hay que ignorar que hay otros requerimientos indispensables para el logro de la tan ansiada felicidad en los seres humanos a los que el dinero no puede comprar.
Comencemos a apreciar los detalles más sencillos de la vida y los pequeños momentos que nos reconfortan sin tener que acudir a lo material para conseguirlo y haciendo esto lograremos, o al menos nos acercaremos, a una Habana en la que el amorstation brote de sus habitantes y para beneficio de todos.
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