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María Elena Balán/ Arca de cubania

Sociedad

¿Será que podremos conversar?

¿Será que podremos conversar?

Por María Elena Balán Sainz
 
  Ahora muchos se quejan de que familiares y amigos están más pendientes de videos juegos,  redes sociales,  teléfonos móviles, películas o telenovelas que de comunicarse cara a cara y manifestar gustos, afectos, ideas.
  Las reuniones familiares y amistosas han sido socavadas además, por la prisa con que andamos. El tiempo restante fuera del trabajo o los estudios los destinamos, muchas veces a las oportunidades ofrecidas por nuevas tecnologías.
  Vivimos con tal agobio, pendientes del reloj, que no reparamos en cuánto de beneficioso y reconfortante tienen esos hábitos de antaño, cuando reunirse en familia o con amistades resultaba sumamente agradable.
  Resulta que cuando se presenta la oportunidad de departir con personas a quienes profesamos afecto y  tenemos puntos de vistas comunes en una fiesta organizada por un centro de trabajo, la música de fondo impide intercambiar ideas.
  El tucutum-tucutum procedente de un equipo a todo volumen  da la impresión de que aquello va a explotar por tantos decibeles concentrados en tan poco espacio. Alrededor de la misma mesa, todos sentados, debemos gritar para intercambiar con el de al lado.
  Quien tiene a su cargo la musicalización da rienda a sus gustos y por lo general, no digo siempre para no ser absoluta, pero la mayoría de los textos musicalizados están tejidos a base de vulgaridad o chabacanería y responden a ese mundillo de marginalidad cada vez más creciente en nuestra sociedad.
  No seleccionan aquellos números de cantautores modernos, bien sean cubanos o de otras latitudes,  hilvanados con las más hermosas metáforas, capaces de regalarnos un mensaje de paz y ternura.
  Lo peor es que si los amigos optan por reunirse en la casa para jugar al dominó, compartir una taza de café, una cerveza, al tiempo que recuerdan anécdotas curiosas de sus vidas, ven rota esa placidez  cuando comienza la agresión sonora del vecino a través de un despampanante reguetón.
  Por lo general, quienes hacen esa bulla, , carecen de las elementales reglas de convivencia social.
   Tal comportamiento se ha extendido a los taxis y también a los óminubus con  equipos de audio,  generadores de tal ruido que ni el mismo chofer puede escuchar lo que sucede a su alrededor cuando circula por las vías, ni quienes viajan en esos vehículos pueden intercambiar palabras a o ser a gritos.
  No vale conformarnos con la tolerancia hacia quienes vociferan, ya sea en un diálogo, en una canción, en la imposición de sus gustos chabacanos al resto del grupo.
  Y aunque nos miren con mala cara debemos requerir su atención y hacerles ver las molestias que ocasionan con su torrente musical. ¿A quién no le ha ocurrido que al pedir, por favor, podrías bajar el volumen, les han contestado de manera irreverente?
  Los buenos ejemplos han de avalarse con conductas y hábitos adecuados, normas éticas, morales y de cortesía correctos, y valores que desde etapas tempranas se inculcan en los hijos.
  Es imprescindible rescatar los buenos hábitos de convivencia social, ausentes en algunos segmentos de nuestra sociedad, en la que no podemos admitir que la seudocultura florezca como una planta de marabú, difícil de exterminar.

En Cuba: Cuando las cigüeñas vuelan a destiempo

En Cuba: Cuando  las cigüeñas vuelan a destiempo

Por María Elena Balán Sainz

  Kenia era alumna de secundaria básica cuando alumbró a su hija, parecía una niña cuidando de otra, y por demás sin la presencia del progenitor. Igual Yaima quiso parir poco después de cumplir los 15 años, aunque luego el padre de la hija no le respondiera con el cuidado y manutención.
  En una consulta de genética clínica vimos a numerosas adolescentes con su vientre abultado, a la espera de la consulta y ultrasonido indicado por la doctora, la cual les preguntaba no solo acerca del embarazo sino también de la situación familiar.
  Muchas son  jóvenes que no rebasaban los 18 años, con un aparato reproductor todavía en desarrollo. Algunas viven sin las condiciones de vivienda adecuadas, sin recursos propios para enfrentar la alimentación y educación de sus niños.
   Igualmente una gran parte no siguen con sus parejas, pues fueron ocasionales. Son riesgos que corren al no tomar las medidas de protección necesarias, con la posibilidad además de adquirir una enfermedad de transmisión sexual.
  Desde 1978, la Isla no logra el necesario reemplazo poblacional de una niña por cada gestante y de acuerdo con datos aportados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) en 2013 la tasa bruta de fecundidad fue de 1,71 descendientes por cada una.
  Se requiere de más partos cada año para que se atenúe un poquito ese desbalance tendiente a una población cada vez más envejecida. Ahora bien, no debe tampoco provenir de esas adolescentes que reciben el vuelo de las cigüeñas a destiempo.
  A la postre esas muchachas que paren cuando debían estar estudiando, dejan el cuidado sus hijos regularmente a la madre, aunque a veces estas no puedan asumir tal responsabilidad y por ende se descuida la formación de esos pequeños en el seno de familias disfuncionales, con las agravantes consiguientes.
  Desde hace años, cuando como resultado  del llamado Período Especial la economía cubana arreció problemas  sociales, los círculos infantiles o guarderías, por ejemplo,  quedaron quebrantados y el acceso a esos centros ha sido cada vez menor, un factor a considerar entre otros muchos al abordar la baja natalidad.
  Escasez de productos esenciales, altos precios de artículos imprescindibles ante la llegada de un bebé, salario medio que se queda por debajo de satisfacer necesidades, emigración de mujeres en edad fértil, problemas de vivienda para las parejas –en Cuba en una misma casa viven tres y cuatro generaciones- más la participación social alcanzada por la mujer inciden en los pocos alumbramientos.
  De acuerdo con las estadísticas aportadas por el Censo de 2012, la población cubana actual es de  11 millones 163 mil 934 personas; y del total el 18,3 por ciento son individuos mayores de 60 años, mientras el 17,2 por ciento está por debajo de los 14 años. Como se aprecia esto es resultado además de la alta esperanza de vida existente.
  Resultan datos que llaman a la reflexión, porque no debe hablarse solo de la responsabilidad de la mujer,  así a secas,  cuando se trata el asunto de la dismunución de la natalidad. Un efoque holístico se requiere ahora, que aborde también el papel de la pareja, la familia y la sociedad.
   Estudiosos del tema consideran que  la disminución de embarazos responde a políticas sociales, educativas y de salud favorables, que no deberían revertirse sino potenciarse con transformaciones dentro del hogar.
  Muchos países, por supuesto con economías más consolidadas, han recurrido a diversos estímulos, por ejemplo de ayuda a las gestantes y han  ido logrando al menos  tres hijos, como promedio, en cada hogar.
  Quien hace un recuento de los tiempos de nuestros abuelos, advertirá que en nada se parecen aquellas familias numerosas a las de ahora, cuando la mujer generalmente tiene un solo crío o dos cuando más.
  Urge encaminar políticas favorecedoras de una mayor fecundidad, sin que por supuesto, las cigüeñas vuelen a destiempo.

Vuelva usted mañana

Vuelva usted mañana

Por María Elena Balán Sainz

  ¿Cuántas horas, minutos y segundos de nuestras vidas perdemos en gestiones –no por ello menos necesarias- cuando decidimos poner en regla algún documento personal, de la vivienda, del traspaso de una propiedad, de un cambio de matrícula del vehículo a nuestro cuidado?

  Para iniciar alguna de estas gestiones, primero debemos acondicionar nuestra conciencia a la infinidad de obstáculos a los cuales nos enfrentaremos. No solo las largas colas y la espera –que desespera- sino también la indolencia y desidia sentadas detrás de un buró.

  A tono con la necesidad de inscribir el inmueble en el Registro Nacional de Propiedad, muchos cubanos hacen acopio de paciencia para enfrentar los engorrosos trámites que conlleva este proceso, al cual han llamado las autoridades correspondientes.

  Primero deberán averiguar qué día atienden a los del Consejo Popular donde residen para ir entonces a  la Dirección municipal de la Vivienda, de donde les remiten a Planificación Física, con el fin de certificar que no hay violaciones urbanísticas, para luego recibir la visita del arquitecto de la comunidad y visto y vuelto a ver todo esto, podrán concurrir a la notaría correspondiente a recibir la escritura de titularidad.

  Por supuesto esto será si los nombres y apellidos están como reza en la inscripción de nacimiento, porque si no es así habrá que hacer subsanación de errores.

  Dicho así parece fácil de resolver esta ecuación ¿física, matemática? Creo que hasta el propio Albert Einstein pasaría trabajo para resolverla si estuviera vivo.

  El caso es que en cada uno de esos lugares eufemísticamente hay un tiempo para dar respuesta a la solicitud. A algunos les han dicho que si dentro de 20 días no acuden los de Planificación Física a ver su vivienda que se personen en las oficinas para reactivar la solicitud.

  Pero al ir a preguntar surgen otras interrogantes sobre si su caso tiene que ver con tal o cual ¿número? Y el individuo entonces pregunta si le hablan de resolución, porque eso de citar una cifra no lo entiende. Tal vez sea porque nos hemos acostumbrado con los años a referirnos a muchas instituciones solo por las siglas.

  Con la promesa de una visita en tiempo y forma se retira del lugar, luego de aclarar cuál número de resolución tiene que ver con su caso. Y la espera es larga, a pesar de dejar teléfono para su localización.

  Ahí ya va perdiendo dos o más meses en el avance de los trámites, aunque le dijeron al principio que podría llevar 20 días solamente.

  Se han dado casos de personas urgidas de tales documentos que acuden al soborno y algunos caen en ese agujero oscuro que es la corrupción, a pesar de la sistemática lucha por evitar tales hechos, los cuales ponen de relieve falta de ética, de valores morales, de honestidad.

  Otros esperan haciendo acopio de paciencia, aunque desesperen, porque no conciben tener que involucrarse en indisciplinas sociales para lograr su derecho como ciudadano de esta Isla.

  La maraña burocrática y la infinidad de leyes y reglamentos propician ilegalidades y corrupción.

  Es común escuchar historias de personas agobiadas por esos trámites y que  nunca pueden romper la muralla burocrática, porque les ofrecen respuestas justificativas que quedan en el plano de la subjetividad si se atreven a cuestionarlas.

  Hubo un caso publicado en 2009 en Juventud Rebelde sobre una vecina de la barriada de San Miguel del Padrón, en La Habana, quien inició gestiones para legalizar la propiedad de una casa y tras un largo vía crucis, su trámite quedó en nada: "el expediente sigue archivado, sin firmar, y yo sin legalizar la vivienda", expresó en ese entonces a la prensa.

 El  "silencio administrativo"  sigue afectando aunque han transcurrido varios años y se han implementado legislaciones favorecedoras para la población, aunque en la práctica sigue siendo para muchos una odisea los trámites de referencia.

  Leyendo la obra  Vuelva usted mañana, del hispano  Mariano José De Larra, escrita en 1833,  sobre los avatares de un individuo en trámites fáciles de resolver, coincidimos en que la pereza y la desidia son pecados graves si deseamos lograr una buena convivencia.  

Algunos prefieren quemarse

Algunos prefieren quemarse

 

 

María Elena Balán Sainz

  Es cierto que en muchos lugares, en recintos cerrados se prohíbe fumar, pero así y todo quien gusta de prender un tabaco o cigarrillo no repara en los daños a su salud ni en la de quienes pasivamente reciben lo expelido sobre ellos.

  Cual horno que va quemando por dentro, aunque aparentemente represente un placer al individuo acostumbrado a fumar, ese humo salido con profusión contiene unas 60 sustancias cancerígenas como el arsenio, cromo, hidrocarburos, polonio, benceno, y otras son irritables y tóxicas como el formol, amoniaco, nicotina y monóxido de carbono.

  Lo peor es que quienes no tenemos adicción al tabaco, estamos igualmente involucrados como fumadores pasivos.  Mis vecinos, por ejemplo, los prenden desde temprano y desde el portal de su casa “regalan” toda esa polución que el aire cuela por las ventanas.

  Tras salir a tomar el ómnibus, igual te encuentras en la parada muchos que son fumadores y aunque te alejes o te tapes la nariz, cae sobre ti la carga contaminante. Y si  decides  adelantar y montarte en un viejo auto clásico, de esos que tienen el rótulo de taxi, entonces ahí también te va persiguiendo, por lo general, las bocanadas de otro adicto.

   Ninguno  de ellos piensa entonces en que  el 86 por ciento de las muertes por cáncer de pulmón son atribuibles al tabaquismo, al menos así lo demuestran las estadísticas en Cuba, las cuales igualmente refieren la incidencia de las enfermedades respiratorias crónicas, las cardiovasculares y la úlcera péptica.

  Entiendo que aunque no quieran, la mano se les cuela en el bolsillo o cartera y sacan el cigarrillo con deleite, porque bien es cierto que los adictos al tabaco desarrollan dependencia y sufren síntomas de abstinencia cuando no lo consumen.

  No  obstante, si deciden abandonar ese gusto pueden someterse a tratamiento, pero a partir de su propia decisión y fuerza de voluntad. ¿Qué no se puede? Pues les digo que sí, porque yo misma fui fumadora, allá por la época cuando era estudiante y la cercanía de exámenes hacía que bebiera más café y encendiera un cigarrillo. Luego decidí dejarlo y lo logré.

  Otras muchas personas también se propusieron abandonar ese mal hábito y alcanzaron su propósito. Creo que resulta oportuno hacer caso al alerta de la Organización Mundial de la Salud: “De no invertirse la tendencia actual,  causará unos 10 millones de muertes cada año hasta el  2020”.

  Lejos de representar un placer, como decía una vieja canción, fumar constituye el acto de exponerse a una muerte lenta y silenciosa, no solo las personas que tienen esa adicción sino también aquellos que comparten la convivencia y resultan, de hecho, fumadores pasivos.

  El mundo entero, ante la inminencia de las nefastas consecuencias de ese mal hábito, desarrolla una campaña con el fin de restar adeptos al tabaco. Para ello se aprovechan todos los medios, e inclusive espacios televisivos con alta audiencia, hacen referencia a ese problema.

   Pero no son muchos los fumadores que interiorizan los mensajes y es común escuchar comentarios como: “mi tío fumó toda la vida y no se murió de eso”, o también otros que resignadamente dicen: “de algo hay que morirse”, aunque ven ese fenómeno como una cuestión ajena a su persona.

   Nuestro país, a pesar de ser una Isla pequeña, muestra una alta cifra de fumadores, y lo peor es que el número de cigarrillos consumidos por una persona mayor de 18 años es alta.

  Cada día observamos que son numerosos los jóvenes que comienzan a incursionar en el tabaquismo, muchas veces porque sus padres padecen la adicción o porque tienen compañeros de estudio que también lo hacen y los invitan a echar una fumadita.

   De esa primera vez pasan a otras y así, sucesivamente, hasta convertirse en un elemento del cual no pueden prescindir.

   Muchas veces lo hacen bajo el erróneo concepto de que dan la impresión de ser más hombres y resultan atractivos ante las muchachas, lo cual es un error, porque son otros elementos los que determinan la madurez y la proyección de un joven.

   Este 31 de mayo, Día Mundial sin Tabaco, en lugar de poner sobre el cenicero un cigarrillo, coloquemos una rosa, empeño inicial para ir restando adeptos al tabaquismo.

¿Conductas subyacentes o expresas?

¿Conductas subyacentes o expresas?

 

Por María Elena Balán Sainz

  Por estos días muchos comentan acerca del filme cubano Conducta, del director Ernesto Daranas, el cual narra la historia de un niño apodado Chala y de su maestra Carmela, y aunque algunos catalogan las situaciones narradas por su sordidez, es cierto que su mensaje llama a la reflexión.

  En cierta medida nos recordó al filme Havanastation, con un retrato de realidades existentes, las cuales debían tratarse más a menudo  como medio para abordar la temática de la pérdida de valores humanos, de lo cual nuestro país no está exento.

  Una lucha contra la inhumanidad lleva a cabo Carmela, quien a muchos nos hace recordar a maestros de gran valía interesados no solo en el aprendizaje en clases de sus alumnos, sino en la vida que tienen fuera del recinto escolar.

  Es exponente de situaciones comunes en muchas familias disfuncionales el adolescente Chala. Tiene 12 años pero su visión es ya la de un adulto en busca del  magro sustento del hogar, donde habita una madre adicta y a la cual debe proteger.

  No importa de qué se vale para adquirir unos pesos. El fin en este caso justifica los medios. Aunque no haya perdido la ternura y sea capaz de tener acciones demostrativas de su candidez, no repara en cuidar perros para peleas como vía para ganar algo.

  Este filme como Havanastation, de Ian Padrón, nos hace ver que existe más de una Habana, la aparentemente normal donde conviven personas a veces solo llevadas por apariencias superficiales, y otras sumidas en una vorágine de marginalidad.

 Hacia esa ciudad profunda, donde se encuentran esos vericuetos, hay que volcar la mirada, porque allí se refleja la realidad de una Cuba que cada día debe fomentar la formación de mejores valores para salvar su porvenir.

  La canción de Juan Formell y Los Van Van, popularizada hace años cuyo estribillo rezaba: “Que La Habana no aguanta más”, viene a la memoria cuando el filme Conducta refleja la migración interna. Un padre y su hija (alumna de buenos resultados académicos y con sueños de incursionar en el arte) se radican en la capital.

  Las condiciones de vida son malas en el apartado rincón donde sobreviven. Sin embargo, no desean volver atrás porque con la venta de vegetales y frutas el progenitor busca el sustento diario y la niña piensa llevar adelante sus aspiraciones. Todo queda trunco por las disposiciones establecidas.

  Entonces al hacer un recuento del argumento de Daranas para realizar su película nos preguntamos ¿a cuál conducta en sí se refiere? ¿A las de las transgresiones solamente?. Pienso que no.

  Igual de dañinas son las conductas rígidas asumidas por la de mayor rango en la esfera de la educación, quien no repara en particularidades y engloba todo en el mismo Por cuanto, Por tanto y desea sacar del medio tanto a Chala, como a la niña de la parte oriental de la Isla y a la propia Carmela, ejemplo de educadora.

  Vale la pena ver este filme y sacar nuestras propias conclusiones para una mejor convivencia. (Por María Elena Balán Sainz, AIN)

Conservar la identidad y restañar lo dañado

Conservar la identidad y restañar lo dañado

 

Por María Elena Balán Sainz

  Una ciudad y su pueblo son valiosos en tanto  conservan sus elementos de identidad, de ahí la importancia de trabajar en función de restituir esos valores, buscar lo desaparecido, restañar lo dañado, ya sea  tradiciones, normas de conducta, bienes patrimoniales,  plazas, edificaciones, lenguaje,  formas de elaborar comidas y bebidas.

  En estos tiempos, cuando hay quienes destruyen existen otros que reconstruyen, pero esa balanza debe inclinarse a favor del segundo grupo, porque vivir en sociedad conlleva, en primer lugar, asumir normas de convivencia.

  Ciertas formas de comportamiento se han abierto paso y son inaceptables. Van desde el daño a la propiedad social, a sitios emblemáticos, a bienes patrimoniales, hasta la deformación del idioma, el irrespeto a las buenas maneras, a la decencia en un amplio sentido.

  Algunos asumen con desdén las normas de urbanidad y lo mismo dañan los bancos de un parque o sustraen sus luminarias, que dejan de abonar el pasaje en el ómnibus, rayan el pedestal de una escultura restaurada y se convierten en transgresores del ornato público.

  Al idioma, rico en matices, le hieren con vocablos vulgares, asumen conductas encaminadas a la marginalidad y hacen de sus gustos estéticos pasto seguro para que nazca la seudocultura.

 La preferencia  por música de mala factura por sus letras, con mensajes agresivos y chabacanos, igual toma espacio. Lo peor es que a veces son amplificados por la radio y la televisión.

  Cada vez se ha ido perdiendo más el hábito de reunirse la familia para comer todos juntos, degustar platos tradicionales, transmitir buenas costumbres.

 Urge velar por la conservación de elementos fundamentales de nuestra identidad y que tome mayor rango la necesidad de preservar el patrimonio tangible y el intangible.

  Desde el hogar, la escuela, los medios de difusión masiva, la comunidad en general se precisa fortalecer valores, modos, estilos.

   En lo referente a la música, el baile, la arquitectura, las comidas y bebidas son también símbolos de identidad cultural y debemos preservarlos.

  Así, cuando en el país se habla de la cuna del son, enseguida pensamos en Santiago de Cuba, y si decimos tinajones, de inmediato viene a la mente Camagüey. En tanto, Trinidad o el Centro Histórico de La Habana ejemplifican conservación arquitectónica.

  El cucurucho y el chocolate evocan a Baracoa, la guayabita del Pinar a Vueltabajo, las torticas a Morón, el aliña’o, bebida para festejar el nacimiento de un niño se relaciona con la zona oriental, así como las butifarras  con el poblado del Congo, por solo citar algunos.

  En cuanto al idioma, a Camagüey  y  a Holguín  se les consideró como lugares donde se le  respetaba y hablaba bien. Pero igual se les relaciona, lo mismo que a Cienfuegos como ciudades cuidadosas de la higiene.

 Por su parte, los festejos regionales y nacionales  tienen en Las Parrandas de Remedios o Las Charangas de Bejucal altas expresiones de la más genuina identidad cultural.

 Si queremos trabajar en función de restituir valores, buscar lo desaparecido, restañar lo dañado, es preciso crear ambientes idóneos para transmitir lo realmente auténtico, lo que siempre nos identificó como cubanos.

 

Al compás del “almendrón”

Al compás del “almendrón”

Por María Elena Balán Sainz

  Son muchos los autos viejos, esos que jocosamente llamamos “almendrones” que transitan por las calles de esta Isla. Ayer, urgida de llegar a mi lugar de destino, me subí a uno de ellos con el rótulo amarillo de TAXI.

  Tras abonar 10 pesos me bajé de aquel “Frankestein” con más de 60 años, salvado gracias a múltiples enchapes, piezas adaptadas y todo tipo de innovaciones. El humo gris salido con profusión de su tubo de escape me hizo tapar la nariz ante tanta contaminación.

  Entonces vino a mi mente algo comentado  cuando se llevó a cabo la llamada revolución energética en Cuba, hace poco menos de 10 años. Muchos pensaron y en ese grupo me sumo yo, que si cambiaban viejos refrigerados por ser altos consumidores de energía eléctrica, igual podían de manera paulatina sustituir esa fuente contaminante e igualmente alta consumidora de combustible por autos más económicos.

   Tal vez para muchos representaba una utopía tal idea,  porque igual opinaban que entonces los de más dinero serían quienes podrían hacer el “cambio” del añejado carro por uno nuevo.

   Ahora, cuando se rumoraba en las calles la medida de venta en el mercado minorista de vehículos modernos, se suponía que permitiría de manera paulatina una sustitución de ese parque automotor obsoleto.

  De acuerdo con la lógica pensamos que los precios fluctuarían más o menos con los de la compra-venta entre particulares, tal como había permitido esa medida aprobada con anterioridad.

  Pero no fue así, al parecer no se tomó en cuenta ninguna política de mercado racional, lo cual conlleva a mi modo de ver que esa resolución esperada con tanto interés y beneplácito haya tenido un efecto boomerang y numerosas críticas.

  Todo eso era perfectamente evitable y hubiera incidido coherentemente en la marcha de los cambios económicos y sociales impulsados en los últimos meses.

  Por lo visto, habré de sacar nuevamente mi pañuelo para evitar el humo contaminante de los “almendrones”,  un parque automotor que posiblemente solo ruede por las vías de mi país. Ojalá que sea por poco tiempo, pues rectificar es de sabio.

 

En ofertas gastronómicas: ¿gato por liebre?

En ofertas gastronómicas: ¿gato por liebre?

Por María Elena Balán Sainz

  Actualmente alrededor de 444 mil cubanos ejercen formas de empleo no estatal en una o más de las 201 modalidades existentes. Pensando en la oferta de una céntrica dulcería en calle La Torre, entre 35 y San Antonio, Nuevo Vedado, anunciada con mucha pompa y platillo llegó mi vecino Guillermo a adquirir un cake de las llamadas tres leches el pasado jueves nueve de enero.

  !Qué chasco! No se sabe aún si la cabra rompió la soga y se les fue, si a la vaca le mamó la leche el ternero y si la de polvo no fueron a comprarla al mercado de recuperación de divisas, lo cierto es que la panetela no excedía los cuatro centímetros de alto y al cortarla cuando llegó a casa, aquello de producto lácteo solo tenía el nombre.

  Le cobraron cinco cuc, que llevado a moneda nacional son 125 pesos.  Al comentar mi vecino sobre el asunto, muchos en el barrio opinaron que NO todos  los que tienen negocios por cuenta propia hacen malas ofertas, eso sería injusto, pero en este lugar del cual les comento hay mucha publicidad y el producto ¿qué? Defraudó, al menos en el cake de tres leches.

   Desde 2010, año en que el trabajo por cuenta propia recibió un fuerte impulso en Cuba, casi se ha triplicado el número de personas dedicadas a esta actividad que cada vez va ganando mayor espacio en la economía de esta isla caribeña.

  Alrededor de una mesa de dominó en la casa de Guillermo surgió la conversación sobre el tema. Juan habló de su experiencia positiva en una cafetería, donde tomó un café “cortadito” en una pequeña cafetería llamada Casa Verde, en “J” casi esquina a 21, El Vedado, de muy buen gusto ofrecido por un empleado atento y cortés.

  A María le asombraron los precios de un pequeño restaurante en la céntrica calle “ J” casi llegando a 23, porque para comer un espagueti hay que llevar más de un día de salario y no es nada tan especial, añadió, mientras que el café en ese sitio lo expenden ya frio,  sacado de un termo donde debió dormir el sueño eterno.

  Un negocio en el campo de la actividad gastronómica debe  ser interpretado como un proyecto competitivo, el cual permita maximizar la rentabilidad para su dueño, pero haciendo el mayor énfasis en la plena satisfacción del cliente.

  No se trata solo de la publicidad atractiva para captar consumidores, como sucede en algunos casos, igual resultan importantes el trato afable, cortés y la oferta de calidad, porque de ahí dependerá el prestigio ganado.

  Alguien se refirió en el diálogo entablado alrededor de la mesa de dominó a una cuestión interesante. Recordó cómo en una telenovela brasileña, recientemente transmitida por Cubavisión, el local fue visitado por un evaluador del menú ofrecido allí para luego dar sus opiniones en una publicación impresa.

  Tanto el dueño como el colectivo estaban temerosos de aquella cata. Podría enaltecerlos o sepultarlos, en el mejor sentido de la palabra. Sí, porque una mala opinión expresada en los medios de difusión masiva era una carta segura para ir casi a la ruina en el negocio.

  En esta Isla no existen mecanismos para valorar ofertas. Y no digo cuerpo de inspectores porque en realidad su control se dirige solo a ciertos aspectos e igualmente en ocasiones conlleva  a generar  compra-venta de favores. Me refiero a encuestas entre clientes para determinar si realmente aquello que ofrecen como liebre no es gato.

  Cuando acuda a uno de estos sitios, bien sea del sector por cuenta propia o igual del estatal, valore si realmente le ofrecen productos que tengan una relación directa con calidad, originalidad y precio. No olvide tampoco fijarse en las buenas maneras del dependiente y la higiene del lugar, creo que vale la pena. (Por María Elena Balán Sainz)