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María Elena Balán/ Arca de cubania

Joyas constructivas de La Habana

Joyas constructivas de La Habana María Elena Balán Saínz
La Habana colonial fue denominada por un obispo en otros tiempos como la garganta de todas las Indias, ya que el oro y la plata de América pasaban anualmente en su travesía con destino a España a través del estrecho y corto canal de entrada de la bahía habanera.
El asedio de corsarios y piratas constituía una amenaza para las naves que fondeaban en los puertos y también para los habitantes de los incipientes poblados, por lo que el rey español Felipe II ordenó un plan de defensa tanto para Cuba como para otras tierras del Nuevo Mundo.
Correspondió al ingeniero italiano Bautista Antonelli convertir a La Habana y las demás colonias de la región en los mejores sitios fortificados del imperio..
Los llamados castillos de Los Tres Reyes del Morro y el de San Salvador de la Punta fueron diseñados por quien resultó un maestro de las ciencias técnicas, capaz de legar a la posteridad esas joyas constructivas que despiertan la admiración de quienes visitan la capital cubana.
Dichas fortificaciones tenían la misión de hacer inexpugnable el acceso a la bahía, ya que podían cruzar los fuegos de sus cañones si resultaba necesario.
Desde 1590, en plena amenaza de los corsarios ingleses, comenzaron a ser emplazadas una frente a la otra, apenas separadas por los 430 metros de la boca del canal, sobre dos asientos topográficos muy diferentes, de los cuales tomaron sus nombres más comunes: el Morro, un promontorio rocoso elevado, y la Punta, una terraza de arrecifes y arena situada a ras de mar en forma de ángulo.
El Castillo de La Punta parecía surgir del mar sin fosos, bañado por las aguas. Su figura era la de un cuadrilátero con cuatro baluartes en sus ángulos y como no se trataba de una obra de grandes proporciones, se consideraba ya habilitada para la defensa en 1593, cuando el Morro daba aún sus primeros pasos.
Cuentan que Juan de Tejeda, en ese entonces gobernador de La Habana, y el italiano Bautista Antonelli quisieron perpetuar su participación en la obra del Castillo de la Punta y grabaron sus nombres en relieves que aún perduran en sus muros,
Esa obra fue sometida en 1998 a un cuidadoso proceso de restauración, tras el cual abrió sus puertas para ofrecer al visitante las más emblemáticas piezas, en lo que constituye un museo arqueológico subacuático con objetos rescatados de los pecios. La Punta atesora las muestras que el océano le devuelve, protegiéndolas con el mismo papel de fiel guardián que antes desempeñó a la entrada del puerto, tal como lo previó Antonelli.
En tanto, el Castillo de Los Tres Reyes del Morro continúa también dando la bienvenida a cuanto buque entra por la bahía y constituye un símbolo de la ciudad.


1 comentario

antonio C. A. -

Te vuelvo a felicitar por esta última entrada, de nuevo la sencillez de su redacción, donde con pocas palabras eres capaz de hacer accesible a todos el texto, además de agradable. No obstante, quiero que se divulge, que por la Habana no solo pasaba el oro y la plata, también lo hacían el correo postal, tanto del continente, como de Filipinas, que a través del navío de Manila a Acapulco era enviado a la Península. Así mismo, por ese puerto entraban las ilusiones de una tierra prometida a hombres sin tierra, que contribuyó a consolidar la nacionalidad cubana.