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María Elena Balán/ Arca de cubania

Primera Villa cubana festeja su aniversario

Primera Villa cubana festeja su aniversario

Por María Elena Balán S.

 

   Muchos afirman que visitar Baracoa, en el extremo oriental de Cuba, es como viajar a un paraíso donde la vegetación deslumbra por su colorido, el cual contrasta con el verde azul del mar que baña su relieve ondulante.

   Su belleza ganó la admiración de los colonizadores españoles hace casi medio milenio, cuando el Adelantado Diego Velázquez decidió fundar allí la primera Villa de la Isla el 15 de agosto de 1511,  y le dio por nombre el de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa.

   Por estos días  festeja el aniversario 497 de ese hecho y su comunidad de poco más de 81 mil habitantes la preserva con todo su legado histórico.

   Las calles angostas mantienen ese encanto que permite admirar a quienes las transitan, las edificaciones de modesta arquitectura ecléctica, entre las cuales no falta algún que otro sitio de singular interés, evocador de alguna  leyenda, como el hotel de la rusa.

   Se le denominó así porque su propietaria fue una enigmática mujer de origen ruso, radicada en esa intrincada ciudad de Cuba. En la actualidad son muchos los visitantes que acuden al lugar para conocer sobre ese personaje presente en la obra de Alejo Carpentier, "La Consagración de la Primavera".

   En Baracoa radicó el primer obispado que tuvo Cuba y allí se conservan recuerdos de la época colonial, como la famosa Cruz de La Parra, fabricada por los españoles durante el primer viaje a América con maderas preciosas del lugar y que fuera utilizada para oficiar por el sacerdote Fray Bartolomé de Las Casas.

   De esos tiempos en que los europeos gobernaron el lugar, quedan evidencias como las edificaciones levantadas con piedra de cantería, entre ellas las fortalezas coloniales de El Castillo y La Punta, y los torreones de Joa y del Cementerio.

   El Yunque de Baracoa es otro elemento natural que llama poderosamente la atención de quienes visitan la Ciudad Primada de Cuba. Tal parece como si un artista hubiera esculpido esa montaña aplanada de 575 metros de altura, de gran similitud con la pieza utilizada por los herreros para su labor.

   La ciudad cuenta además, con una gastronomía muy peculiar a base de plantas, con platos como el Bacán, especie de tamal de plátano verde, el ajiaco o el pescado cocido con leche de coco.

  Quienes gustan del dulce, aprecian mucho el Cucurucho, envasado de manera cónica en hojas de yagua y que tiene en su composición al coco y la piña. También se fabrica allí el famoso chocolate elaborado con el cacao que se cultiva en el territorio.

   Para tener acceso por carretera a esa ciudad, que guarda un misterioso hechizo, hay que aprestarse a correr una interesante aventura por una vía que serpentea entre las montañas y responde al nombre de La Farola.

   Tiene 11 puentes colgantes y el punto más relevante está en Altos de Cotilla, a más de 600 metros sobre el nivel del mar.

   Así se puede respirar con profundidad el olor a tierra fértil, rica en cocoteros y plantas productoras de cacao, helechos arborescentes que datan de cientos de años, y extensos cafetales.

   Diversas arterias de agua recorren el territorio, entre ellas el Toa

 -considerado el río más caudaloso de la isla-, marcado en su paso por numerosas cascadas, mientras el conocido con el nombre de Miel inspiró el título de un filme cubano del director Humberto Solás.

  La película Miel para Oshún recrea locaciones en la Ciudad Primada,  lo mismo que  el filme Viva Cuba.

   Baracoa llamó la atención de otros cineastas europeos para atrapar sus imágenes y perpetuarlas en el séptimo arte.

  Tal es el caso del actor francés Pierre Richard, conocido popularmente como el Rubio, alto del zapato negro, quien filmó hace unos años el largometraje Robinson Crusoe.

   También Geraldine Chaplin y Gerard Depardieu estuvieron en la Ciudad Primada de Cuba, junto al director Daniel Vigne y un equipo de cineastas franceses, que rodaron la cinta Los aventureros de los mares del sur, en recordación del escritor Robert Louis Stevenson, quien murió en islas Samoa, de gran similitud con Baracoa.

    Pero tanto deslumbramiento por esa localidad oriental está totalmente justificado, porque su acogedora bahía, sus ríos de aguas transparentes y su flora y fauna endémicas han sido elementos suficientes para llamarla Ciudad Paisaje.

 

 

   

 

 

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