Fin de año, jabitas plásticas y algo más
Por María Elena Balán Sainz
Sea por hábito familiar, por tradición de siglos que nunca llegó a languidecer o por ese espíritu fiestero que caracteriza al cubano y lo hace sobreponerse a dificultades, lo cierto es que en cada hogar se despide el año con un menú diferente al cotidiano.
Cada cual, en correspondencia con sus posibilidades, prepara la cena del 31 de diciembre con productos adquiridos en los últimos días y así departir con familiares y amigos.
Pero ya no solo preocupa lo que vaya a comprarse, sino en qué vamos a portar dichas compras. Esto incluye las tiendas de recaudación de divisas, donde las bolsas plásticas destinadas a las mercancías expendidas brillan por su ausencia.
Mi vecino Juan, antes de salir a sus compras acopió en una mochila unas cuantas “jabitas plásticas” recicladas en la casa, porque según él así se ahorraba unos cuantos pesos, al no tener que adquirirlas en áreas exteriores de esos mismos sitios de venta de productos, donde por “obra y gracia” de no sé quién hay personas que las venden.
Lo de por “obra y gracia” lo decimos jocosamente, porque sí debe haber proveedores que ofrecen los pequeños lotes a esos vendedores, por lo general personas mayores, quienes se ganan algo, luego de liquidar las cuentas con el que inicialmente se llevó las jabas del lugar donde debían estar.
Volviendo a mi vecino Juan y su recorrido por los mercados agropecuarios, jaba en mano, me contó que encontró ofertas diversas. Eso sí, chequeó bien el peso de la carne de cerdo comprada, porque regularmente la báscula se inclina a favor del expendedor y no de quien paga por el producto.
De las hortalizas igualmente las tarimas estuvieron adornadas con su toque verde, mientras a su lado aparecían los tomates propios para la ensalada de fin de año.
La yuca, como me explicó mi vecino, estaba más asequible en cuanto a presencia, precio y calidad en días anteriores, porque ya en esta fecha “pico” no hay mucho para escoger las de cáscara hidratada y aquella que ante la vista del cliente le provoca la certeza de que se ablandará y podrá ser degustada con el mojito de ajo, naranja agria y aceite o mantequita de puerco.
En fin, que con sus jabitas repletas, mis vecinos se pusieron en función de preparar la cena y ya a esta hora invade su casa y también las aledañas ese aroma que despide la carne de cerdo asada.
Acerca del congrí o frijoles negros, y los demás no hay que preocuparse, igualmente estarán listos para acercarnos a la mesa y esperar con familiares y amigos la llegada de 2014, que hace exclamar a algunos que este siglo se está yendo a la carrera.
Que la convivencia diáfana predomine en estas fiestas y no desaparezca tras los días de jolgorio, cuando habrá que empezar nuevamente las faenas, enfrentarse al ómnibus repleto, a la falta de la jabita de nylon en el mercado, a las indisciplinas de algunos y las impuntualidades o arbitrariedades de otros.
No solo el 31 de diciembre es una jornada para expresar solidaridad, respeto, afecto hacia los demás. Se precisa hacerlo extensivo al decursar de los 365 días del año. (Por María Elena Balán Sainz, AIN)
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