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María Elena Balán/ Arca de cubania

En Cuba: Cuando las cigüeñas vuelan a destiempo

En Cuba: Cuando  las cigüeñas vuelan a destiempo

Por María Elena Balán Sainz

  Kenia era alumna de secundaria básica cuando alumbró a su hija, parecía una niña cuidando de otra, y por demás sin la presencia del progenitor. Igual Yaima quiso parir poco después de cumplir los 15 años, aunque luego el padre de la hija no le respondiera con el cuidado y manutención.
  En una consulta de genética clínica vimos a numerosas adolescentes con su vientre abultado, a la espera de la consulta y ultrasonido indicado por la doctora, la cual les preguntaba no solo acerca del embarazo sino también de la situación familiar.
  Muchas son  jóvenes que no rebasaban los 18 años, con un aparato reproductor todavía en desarrollo. Algunas viven sin las condiciones de vivienda adecuadas, sin recursos propios para enfrentar la alimentación y educación de sus niños.
   Igualmente una gran parte no siguen con sus parejas, pues fueron ocasionales. Son riesgos que corren al no tomar las medidas de protección necesarias, con la posibilidad además de adquirir una enfermedad de transmisión sexual.
  Desde 1978, la Isla no logra el necesario reemplazo poblacional de una niña por cada gestante y de acuerdo con datos aportados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) en 2013 la tasa bruta de fecundidad fue de 1,71 descendientes por cada una.
  Se requiere de más partos cada año para que se atenúe un poquito ese desbalance tendiente a una población cada vez más envejecida. Ahora bien, no debe tampoco provenir de esas adolescentes que reciben el vuelo de las cigüeñas a destiempo.
  A la postre esas muchachas que paren cuando debían estar estudiando, dejan el cuidado sus hijos regularmente a la madre, aunque a veces estas no puedan asumir tal responsabilidad y por ende se descuida la formación de esos pequeños en el seno de familias disfuncionales, con las agravantes consiguientes.
  Desde hace años, cuando como resultado  del llamado Período Especial la economía cubana arreció problemas  sociales, los círculos infantiles o guarderías, por ejemplo,  quedaron quebrantados y el acceso a esos centros ha sido cada vez menor, un factor a considerar entre otros muchos al abordar la baja natalidad.
  Escasez de productos esenciales, altos precios de artículos imprescindibles ante la llegada de un bebé, salario medio que se queda por debajo de satisfacer necesidades, emigración de mujeres en edad fértil, problemas de vivienda para las parejas –en Cuba en una misma casa viven tres y cuatro generaciones- más la participación social alcanzada por la mujer inciden en los pocos alumbramientos.
  De acuerdo con las estadísticas aportadas por el Censo de 2012, la población cubana actual es de  11 millones 163 mil 934 personas; y del total el 18,3 por ciento son individuos mayores de 60 años, mientras el 17,2 por ciento está por debajo de los 14 años. Como se aprecia esto es resultado además de la alta esperanza de vida existente.
  Resultan datos que llaman a la reflexión, porque no debe hablarse solo de la responsabilidad de la mujer,  así a secas,  cuando se trata el asunto de la dismunución de la natalidad. Un efoque holístico se requiere ahora, que aborde también el papel de la pareja, la familia y la sociedad.
   Estudiosos del tema consideran que  la disminución de embarazos responde a políticas sociales, educativas y de salud favorables, que no deberían revertirse sino potenciarse con transformaciones dentro del hogar.
  Muchos países, por supuesto con economías más consolidadas, han recurrido a diversos estímulos, por ejemplo de ayuda a las gestantes y han  ido logrando al menos  tres hijos, como promedio, en cada hogar.
  Quien hace un recuento de los tiempos de nuestros abuelos, advertirá que en nada se parecen aquellas familias numerosas a las de ahora, cuando la mujer generalmente tiene un solo crío o dos cuando más.
  Urge encaminar políticas favorecedoras de una mayor fecundidad, sin que por supuesto, las cigüeñas vuelen a destiempo.

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