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María Elena Balán/ Arca de cubania

Evidencias arqueológicas unen a Cuba y Yucatán

Evidencias arqueológicas unen a Cuba y Yucatán

Por María Elena Balán Saínz

En Cuba resulta común definir a una persona como campechana cuando se quiere destacar su bondad, trato afable y carácter diáfano.

Las raíces de tal reconocimiento datan de épocas tan remotas como el siglo XVI, cuando desde el puerto de Campeche, en la península de Yucatán, partían barcos cargados con individuos procedentes de esa región, los cuales eran traídos a la isla caribeña.

Investigaciones de las arqueólogas cubanas Karen Mahé Lugo y Sonia Menéndez,quienes desde su labor en el Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, permitieron conocer detalles del contacto entre Mesoamérica y la otrora villa de San Cristóbal de La Habana.

Hay que recordar que la llegada de los colonizadores españoles a la península de Yucatán fue en 1517, con Francisco Hernández de Córdoba al frente de la expedición enviada desde Cuba por el Adelantado Diego Velázquez, quien organizó la conquista de México.

Un año después pasó por Yucatán Juan de Grijalva y posteriormente Hernán Cortés.

Como desde 1509 existía una Real Cédula que autorizaba la importación a Cuba de indios de las islas cercanas a La Española, se deduce que fue Hernández de Córdova el primero en enviar yucatecos a la mayor de las Antillas.

Pasados unos años, en 1526, Francisco de Montejo quedó al frente de la conquista de Yucatán y se le confirió el derecho a esclavizar a los indios que no estuvieran a favor del Rey y de la iglesia y también a aquellos que resultaban prisioneros de otras tribus.

Posteriormente, Montejo estableció vínculos con Juan de Lerma, un comerciante y rico naviero, que enviaba mano de obra a Cuba y La Española.

Pero los estudios sobre el tema señalan que no fue ésta la única vía de la llegada de los yucatecos a Cuba. Existió también un intercambio que establecía parámetros de cien indios a razón de un caballo.

Igualmente se estima que lo corsarios y piratas traficaron con indios yucatecos en el siglo XVII, y tuvieron en Campeche un punto de acoso sistemático para abastecerse además de miel, cera, sal y el entonces famoso palo de tinte.

Transcurridos los años y ya en el período de 1846 a 1860, ante la carencia de mano de obra que venía cada vez menos desde África, los hacendados cubanos volvieron a proveerse de individuos procedentes de Yucatán.

Fue el Benemérito Benito Juárez, en 1861, quien defendió a los indios y prohibió ese mercado humano.

BARRIO DE CAMPECHE EN LA HABANA

Aunque se conoce que los yucatecos llegaron a diversos puntos de la geografía cubana, fue en San Cristóbal de La Habana donde se estableció, en la parte amurallada al sur de la ciudad, un barrio que se denominó Campeche.

Estaba formado por chozas humildes y parcelas de labranza, donde vivían personas procedentes de Yucatán, a quienes se les denominaba como campechanos por el puerto desde el que partieron, aunque tal vez, todos no lo fueran.

Precisamente en parte de la zona que ocupó ese barrio, las arqueólogas cubanas Karen Mahé Lugo y Sonia Menéndez, del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, encontraron evidencias que unen a Cuba y Yucatán.

Se trata de una cerámica conocida como México pintado de rojo, considerada como la alfarería foránea de tradición pre-hispánica más importante. Sus restos se encontraron en varios inmuebles y en el convento de San Francisco de Asís. Entre ellos hay cántaros, cuencos, jarros y platos, con decoraciones.

Esas piezas se exhiben en el Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y en el convento de San Francisco de Asís.

Las investigadoras destacan asimismo, la abundante presencia de material volcánico, que vincula los hallazgos con México.

Estiman que el establecimiento del barrio de Campeche, en fecha anterior a 1564, según consta en actas del Cabildo, trajo aparejada la necesidad de sus pobladores de vasijas para uso personal y doméstico, que bien pudieron traer en sus viajes por barco y otros, haberlos elaborado en territorio cubano.

Parte de ese menaje utilitario, exhumado en las excavaciones arqueológicas en la Habana Vieja, responde a contextos muy tempranos, algunos con motivos que evidencian su filiación mesoamericana. Otros, cuya ubicación contextual trasciende el siglo XVII, cuentan con variaciones decorativas que los acercan al modo de hacer de los europeos.

No obstante esa diversidad decorativa, en su factura se mantiene un mismo patrón tecnológico, lo que asevera una continuidad productiva sustentada por siglos de tradición.

Lo más importante de esos hallazgos y de otros como raspadores de maíz hechos de rocas volcánicas, así como de restos de dietas en los que se incluye el caracol, es que demuestran la presencia de indios yucatecos en la antigua Habana.

Se afirma que ellos trabajaron en el servicio doméstico en casas de personas adineradas, en labores agrícolas y constructivas, así como en el cuidado y protección de la ciudad.

Estas evidencias arqueológicas unen aún más a Cuba y Yucatán.

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